De ovnis, estrellas y travesuras

Blanca Martínez

mayo 3, 2020

De pequeña uno de los temas de conversación en los que versaban mis fantasías era la inmensidad del universo y la vida en otros planetas. Reconozco que lo que más me asustaba y a la vez atraía hablar era sobre “los ovnis”. Tenía una amiga cuya madre estudiaba astrología y le hablaba mucho sobre el universo, los planetas, las estrellas, así que en verano nos tumbábamos mirando el cielo con esa sensación de pequeñez que seguro has sentido al mirar las estrellas. Nos imaginábamos que había vida en otros planetas y que seguro estarían a punto de llegar así que hacíamos turnos mientras charlábamos, para no dejar de mirar el cielo estrellado por si acaso se nos pasaba una nave. Debíamos estar preparadas y hacerles ver que estábamos dispuestas a contactarlos.

Visto desde el punto de vista de un adulto pensamos: ¡qué chiquilladas! ¡qué imaginación tienen los niños! ¡para ellos todo es posible! Como si eso no tuviera valor, y ahora que he crecido y que me ha tomado muchos años, procesos terapéuticos y vivencias varias, es precisamente eso que llevo rescatando y valorando porque el sistema y pensamiento establecido desestima cualquier indicio de fantasía, imaginación e ilusión. Porque nuestras muestras infantiles de inocencia, de creencia de que somos poderosos, invencibles, de que creamos magia reciben risas, críticas, castigos o juicios. Y poco a poco nos vamos apagando y haciendo cada vez más serios y normativos para poder encajar en la sociedad, ser aceptadas y pertenecer a nuestro clan. Es ley de vida, es pura supervivencia.

Y si en algún momento hay destellos de esa parte castrada, aparece la culpa o la vergüenza; no sea que tome mucho espacio y se desboque y pierda el control. A lo largo de los muchos cursos y talleres a los que he asistido he podido ir encontrándome con esa Blanqui fantasiosa.

Recuerdo una vez que, en el marco de una terapia familiar sistémica, el terapeuta invitó a venir a mi madre aprovechando una visita, para que juntas acudiéramos a una sesión y lo único que recuerdo y que se me quedó grabado a fuego fueron estas palabras: “Blanca era una niña muy alegre, divertida, siempre bailando y cantando, hacía muchas travesuras y no sé qué pasó, que se fue haciendo cada vez más callada, tímida como si perdiera su brillo”. ¡Me emocioné tanto al escuchar a mi madre! No solo por el amor que se podía apreciar al relatarlo, sino porque esa niña que habita en mí, reconoció esa transformación paulatina, se despertó, aunque no recordara el cambio, estaban hablando de ella como se recordaba. ¿No te pasa cuando cuentan historietas de tu niñez? ¿de las fechorías que cometías? Hay algo dentro que se enternece, algo que se reconoce y que quiere saber más.

Es fascinante la forma en la que vamos creando nuestra personalidad, cuantas variables, eventos, situaciones determinan el curso de creación de lo que será nuestra estructura con la cual nos paseamos por la vida. Como psicóloga no deja de sorprenderme y atraerme. Yo soy muy visual y me imagino una línea ascendente que coincide con nuestro crecimiento y primeros años en los que vamos tomando ideas, condicionamientos sin darnos cuenta, de forma totalmente inconsciente, según lo que vayamos viviendo y el entorno en el que hayamos nacido. Y llegado un punto o una edad esa curva comienza a bajar representando el proceso de desaprender que todos hacemos, unos más conscientes que otros. Nos desprendemos de aquellas creencias, conceptos, apegos que ya no nos sirven para ser más libres, más auténticos y más conectados con quienes somos de verdad. Para mí ese es el crecimiento personal, descubrir tu esencia, sin los filtros y condicionamientos impuestos. Claro, que nunca vamos a desapegarnos de todos.

Nadie ha dicho que ese proceso sea fácil, esté carente de dolor, frustración… pero algo que me reporta inmensa alegría y me llena de vida es encontrarme con mi niña en estado puro, loca, divertida, espontánea, esa niña que cree en la magia y que ha tenido muchas pruebas de que existe, porque cuanto más la dejo salir y más libertad tiene, más creadora y creativa se vuelve. Blanquita, me comprometo a atenderte, y darte espacio, eres lo más preciado que tengo, eres pura conexión con la vida, estás llena de energía y ahora sí te valoro, tienes permiso de explorar y de todo aquello que se te ocurra probar. Yo también quiero jugar a esto que se llama vivir.

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