Mi experiencia profesional me ha invitado a bailar entre la gratificante y, a la vez retadora tarea de acompañar a sanar las heridas de la infancia de los adultos que atiendo en consulta, y la labor de contribuir a fomentar una educación más amorosa y respetuosa de los más pequeños. Si solo nos ocupamos de tratar lo que se pudo evitar no estaremos impidiendo que los más pequeños vivan situaciones dolorosas por falta de conocimiento y conciencia de sus cuidadores.
Cuando atendía a víctimas de violencia en la Ong que me dio la oportunidad de abrirme al mundo laboral me di cuenta de que para tantas cosas en la vida se necesitaba un ritual de paso, llámese título, formación, acreditación… pero no para prepararse para la función de mayor responsabilidad en la vida como es la de convertirse en padres. Afortunadamente, cada vez está más normalizado el hecho de acudir a terapia. Ahora ya no hay que ocultar que contamos con la ayuda de profesionales que, con una mirada más objetiva, nos guían para poder aportar más luz a las vivencias que la vida nos presenta. De hecho, dice mucho de una persona tomar la decisión de dirigir la mirada hacia dentro. Esa valentía, sin duda, le abrirá la puerta a vivir con mayor autenticidad y aceptación lo que es.
Sin embargo, cada día nacen nuevos seres cuyo viaje por este planeta depende bastante del cuidado que reciban de quienes dependen. Y lo más probable es que, si esos adultos no se ocupan de sus asuntos, repitan los mismos patrones con los que fueron criados y aprendieron a relacionarse con la vida. A veces nos movemos por el mundo de forma opuesta a como fuimos tratados, pero eso tampoco genera soluciones. No se trata de culpabilizar a los padres, que bastante hicieron con lo que sabían y tenían a su disposición; ahora contamos con muchas más herramientas y acceso para revisar nuestra biografía y para responsabilizarnos de nosotros mismos.
Caemos muy a menudo en el hábito de ver todas aquellas faltas y carencias que sufrimos en nuestra infancia, en nuestro intento por comprender cómo se generaron nuestras heridas y qué circuitos se activaron que nos ayuden a entender nuestro carácter. Esto nos lleva a olvidar las miles de veces en las que sí recibimos atención, cuidado, alimento… ¿Te has planteado alguna vez cuántas veces nos cambiaron el pañal, nos hicieron la comida, la cena, nos levantaron, llevaron a la guarde, nos compraron vestimenta, prepararon una tarta para nuestro cumpleaños…?
Sí, hubiéramos necesitado más besos, más escucha activa, menos exigencia, más aceptación, menos expectativas puestas en nosotros. Y nuestra responsabilidad como adultos es decidir qué hacer con todo eso, pues si les cargamos a ellos de nuestras desgracias no estaremos saliendo del círculo vicioso del victimismo. Ellos vivían haciendo malabares entre los diferentes roles que ejercían en la sociedad: madre, mujer, hija, hermana, trabajadora, pareja, amiga, amante. Las exigencias de esta vida frenética y la resistencia a mirar nuestro dolor dificultan conectar con un espacio con nosotros mismos en el que nos podamos regalar la sincera observación sin juicio de quienes somos y de lo que queremos ser. Pero sin esa revisión estamos condenados a vivir limitados, desde la inconsciencia, desde las máscaras y los patrones automáticos con los que aprendimos a sobrevivir en nuestro entorno, pero cuya talla se quedó pequeña. Y así vamos de generación en generación repitiendo comportamientos, actitudes rígidas que restan libertad al ser humano lleno de infinitas posibilidades.
Aquí mi oda y acto de reverencia a todas las madres y padres del mundo, desde el principio de los principios. Honro el milagro que es crear vida, tomarla de la mano, enseñarle a volar y aprender a desapegarse de los seres que nacieron a través tuya pero que no te pertenecen. Y todo es perfecto tal y como fue. Así acordaron las almas si resuenas y das cabida a esta idea. Gracias mamá, gracias papá por ser los padres perfectos que elegí a través de los cuales aprendo aquello que necesito experimentar en esta vida. Gracias a todo lo que viví y no viví, ahora soy quien soy y me dedico a lo que me dedico.
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